Indígena: ¿ciudadano o punto y aparte?

En esta ocasión Guillermo Furlong, estudiante de Estudios Politicos en la Universidad de Guadalajara, nos comparte una visión de ciudadanía, en los históricamente, menos ciudadanos: los indígenas.

El concepto de ciudadanía conlleva en sí mismo problemáticas, dado que puede enfocarse en distintos planos, uno de los más importantes alude a la dimensión jurídica o normativa, la cual podríamos definir simplemente como la nacionalidad o la adscripción a un estado o territorio. El lugar donde se nace determina directamente nuestra nacionalidad  y consecuentemente un margen de derechos y obligaciones que el Estado reconocerá en los habitantes.

Pero ¿será acaso suficiente el marco legal para definir a un ciudadano?  Carlos Cano define a la ciudadanía como: «El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción auto regulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público”. La anterior es una propuesta alejada del marco legal y que plantea la existencia del derecho a la disposición voluntaria de participar en una comunidad, punto medular que me gustaría abarcar en este segmento. ¿Qué es lo que lleva a un habitante de cualquier región, a participar de manera voluntaria dentro de un Estado? ¿qué características alejadas del marco legal llevan a los habitantes de un lugar a sentirse o no parte de una nación?

El veinte de mayo de 2011 en Guadalajara  tuve la oportunidad y el honor de participar en la procesión a favor de Wirikuta, región sagrada de los Wixarricas o Huicholes, ubicada en lo alto de las montañas entre la Sierra Madre Occidental; San Luis Potosí y Zacatecas. Irónicamente este punto sagrado está ubicado en una región rica en oro y que se pretende explotar a través de la minería. Marchamos junto a ellos ciudadanos de distintas regiones y razas en búsqueda del respeto a la integridad de ese sitio religioso. Una vez asentados en la plaza central el líder de los Wixarricas emitió un discurso bastante poderoso que seguramente nunca olvidaré, dentro de sus significativas palabras el líder mencionó la importancia de mantener Wirikuta, donde, más allá del significado espiritual que el lugar conlleva, expuso el verdadero valor que encuentran en este territorio sagrado, que es el de la pertenencia a México. En ese momento pude entender que Wirikuta representaba para ellos su legado, un legado en su historia embarnecida por un pasado, un presente y quizás un futuro. Wirikuta representa un grito, un grito poderoso dirigido a una humanidad cada día más ensordecida, un grito que exclama: ¡existimos y somos mexicanos!

Más que un marco legal la ciudadanía parte de un sentir de pertenecía y en el más romántico de los sentidos, amor a la tierra a la que nos sentimos pertenecidos. La ciudadanía de los Wixarricas estaba definida por el apego a sus raíces y me pregunto si el Estado no está dispuesto a respetar este espacio ¿podemos pedir a los Wixarricas sentirse parte de, y que asuman su rol como ciudadanos?

Casos como este son comunes en toda América Latina, donde el tema de la integración de los pueblos indígenas dentro de la nación permanece sin resolver. Ya que no sólo se ha fallado en reconocer sus derechos, si no que las políticas públicas siguen siendo omisas frente a su marginación histórica. Otorgando una ciudadanía legal, manifestada en un respeto y dignidad de tinta y papel, mientras que en el plano real se sigue desangrando al indio latinoamericano destruyendo todo aquello que lo invita a sentir y querer formar parte de un estado. El mismo Estado que cuando le es conveniente, requerirá al Indígena como ciudadano y cuando pierda utilidad lo reconocerá como algo punto y aparte.

1 comentario

  1. Sleiman dice: Responder

    Bien! Se ve la pluralidad de distitnos temas, es como tu Diario, tus ideas, y que no dudes que un tiempo valgan algo.

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