Luis Javier y la libertad

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Durante toda la cuarentena Luis Javier, mi hijo de tres años, ha transitado, como todos en un sube y baja de emociones y situaciones, lleva 8 meses sin ir a la escuela, sin convivir de manera permanente con otros y tras de su edad y durante un tiempo sin ir al parque a correr.

A la mitad de este portal místico compramos una bicicleta y una silla para tener paseos por la ciudad, paseos que nos regalen una prueba de la libertad que antes gozábamos, no digo que la pandemia nos haya robado libertad, sino que nos ha hecho revalorarla, hoy quizá seamos más libres que antes, no lo sé, lo que sí sé es que valoramos mucho más la libertad que antes.

En esos paseos en bicicleta descubrí algo de Luis Javier que no había caído en cuenta de ello: su pasión por la libertad, su alma libre, su necesidad de libertad. Es obvio, todos la tenemos, pero caí en cuenta que es quizá uno de los motores humanos más potentes y que el mayor ejemplo lo tengo en mi hijo de tres años.

El primer aspaviento de este romance con la libertad fue cuando pasamos por la glorieta de La Normal en Guadalajara, una glorieta que quedó con una alfombra de césped y nada más, Luis Javier me pidió pararnos para ir a correr y lanzar piedras; lo tomé normal.

A otro día, en el Paseo Alcalde, una avenida peatonal, pasamos por el Jardín de la Reforma, una plazoleta con una fuente y unas placas y me pidió pararnos, le dije que no había nada ahí y solo quería correr.

A otro día, pasamos por una de las jardineras del Auditorio Telmex, y aferrado, con un hambre de libertad me dijo: quiero ir ahí y le pregunté para qué y me dijo que para correr.

Y en los tres momentos, sobre todo en el último, lo único que hizo fue correr, de un lado para otro, sin balón, sin objetivo y sin detenerse en los perros que rondaban, corrió y corrió y fue ahí donde vi esa metáfora de la vida.

Luis Javier ve una plazoleta, explanada, jardín o espacio grande y quiere comérselo y correr, porque no hay nada ni nadie que lo detenga, no hay barreras, vallas, tumultos o filtros sanitarios su pasión por la libertad es desmedida, sabe lo que es la libertad, sobre todo, siente lo que es la libertad. Si yo sintiera la libertad como Luis Javier me aferraría a ella como él. El asunto no es que no sintamos la libertad sino que nos acostumbramos a perderla en nuestra vida cotidiana, alguien que estimo mucho me dijo una vez que uno debe ganarse su libertad; desde que escuché esa frase me ha movido en mi vida. ¿Qué hacemos para ganar nuestra libertad y sentirla como la siente Luis Javier?

Y perdemos la libertad cuando cedemos frente a algo que no es justo, que no nos hace feliz que no es digno, poco a poco todos los días o la perdemos comprometiendo nuestro actuar fuera de nuestro estándar moral. La libertad nos la ganamos, a veces no la merecemos pero se nos atraviesa enfrente y como Luis Javier no debemos hacer otra cosa más que gozarla y sentirla apasionadamente.

 

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