Ser apartidista en los tiempos de Movimiento Ciudadano es difícil, y es que la confusión de los ciudadanos radica en que el Movimiento Ciudadano sí es un partido, que muchos como yo confíanos nuestro voto en las pasadas elecciones, si bien representaba una propuesta distinta con un candidato por lo menos en Jalisco valiente y capaz de afrontar los estigmas de una cultura política plagada de partidos. Si bien el discurso y perfil del partido es distinto, el funcionamiento y los trámites para acceder a un puesto en él y ser candidato es el mismo.
La tentación es grande porque sin duda en muchos estados y municipios Movimiento Ciudadano se ha convertido en la segunda fuerza y un perfil agradable para de alguna manera cambiar las cosas. No por ser negativo ni mucho menos, pero el cambio de las cosas verdaderamente radica en el cambio de la estructura de gobierno. Y si esto lo realizan los candidatos de Movimiento Ciudadano cuando estén en gobierno será verdaderamente plausible.
Proponer una reforma política de fondo como la presentada por los diputados de este mismo partido en Jalisco es un gran avance, aunque la ley se denomine de participación ciudadana vincula varias figuras de democracia directa para mantener una relación horizontal con el poder, como el presupuesto participativo, el plebiscito, la revocación de mandato, etc. Todos estas figuras serían de gran avance de ser aprobadas en el congreso y se convierten en la ideología de un partido, sin embargo y sigo sosteniendo seguimos hablando de partidos políticos que viven de una distribución presupuestal injusta y de cierta manera del erario público, lo que de manera utópica, los convierte en servidores públicos, lo cual no lo son.
Y es que los partidos políticos supusieron ser el canal para que la ciudadanía común y corriente pudiera acceder el poder, no lo son. Como tampoco los medios de comunicación son ese medio para bajar la información del círculo rojo a las demás esferas, tampoco, pero ese es otro vals. Y entonces ¿a qué voy? A una diferente organización de la política, a las candidaturas independientes bien reguladas de manera que un empresario no pueda tener un cargo solamente por tener más capital que un académico, la forma de asambleas informativas, juntas de gobierno y gabinetes seleccionados de manera ciudadana y capaz. Muy lejos pueden estar estos puntos. Pero hay algunos aspectos cercanos que pudieran significar un gran avance en la manera de organizarnos.
En primer lugar las candidaturas independientes, luego la manera en que se eligen los consejeros electorales, fuera de cuotas o favores políticos, el actuar de estos institutos que fuera de manera transparente, justa y como verdadero árbitro, además en convertirse el verdadero defensor de las opiniones, la voluntad popular y los derechos de los ciudadanos. Por eso un instituto del ciudadano, que vigile las elecciones, la manera de participar, los derechos humanos y la transparencia sería un avance de primer mundo, además de ser un monstruo presupuestal tendría que haber una comisión especial ciudadana que vigilará el trabajo y uso del presupuesto del mismo.
Una propuesta mini, pero fundamentada en los principios democráticos de los que se ostenta nuestra constitución “El pueblo manda”. Las propuestas son muchas y la maquinaria se resiste al cambio, lo único que queda claro es que el tiempo de los partidos ya caducó, una crisis difícil de percibir en épocas de Movimiento Ciudadano.