Ser hermano es quizá el rol más difícil que le toca a uno. Ser padre o madre le toca a algunos, no a todos y aprendes a serlo. Ser hijo a todos, pero eso es sencillo, uno no se esfuerza para ser hijo, le sale natural; es quizá un instinto, los buenos hijos son y los malos también, no hay ciencia. Pero ser hermano es una travesía compleja.
Y digo hermano, porque hablo de mí. No sé lo que es ser hermana, aunque la verdad quisiera saberlo. No te culpo, estar entre tres hombres debe ser complejo.
Es difícil ser hermano, confieso. Uno se debate todo el tiempo entre ser padre, ser amigo, ser su escudo protector, su confidente, su cómplice, su maestro, su castigador: es el rol menos definido. ¿Para qué están los hermanos? Realmente, no sé.
No sé para que estoy yo, soy un hermano débil y sobreprotector. Es mi mayor defecto y el mayor daño que les he hecho a mis hermanos. No podía dormir hasta que mi hermano mayor volviera de fiesta, no puedo dormir cuando mi hermana menor sale a un concierto y me da miedo que al menor le pase algo en el camino a la Universidad. (Tenemos 35, 27, 20 y 18). Quizá uno como hermano no deba preocuparse de esas cosas, digo, mis padres seguro tienen los mismos sentimientos.
A mí me cuesta mucho ser el hermano cómplice. La verdad eso no me queda. Quizá ahí los decepciono. Quizá sea la diferencia de edad lo que me hace amargado, a veces quisiera ser más divertido, puede ser; me siento como Aguasfiestas Rex en el corto de Toy Story.
Quizá para lo único que sirva como hermano es para sobre protegerlos y sobre ayudarlos, estar ahí cuando lo necesiten. Me frustra no estar ahí cuando lo necesitan. Un hermano está y no está; cuando está te hace fuerte, cuando no está no lo culpas; tiene su vida y sus asuntos.
En la escala de edad pareciera que los hermanos menores necesitan de los mayores; no es así, los mayores necesitamos más de los menores, aunque no lo crean. Sé que no soy el instagramer cool, pero a veces uno quiere serlo, con tal de ganar un poco de confianza: quizá esa hipocresía hace que los hermanos se alejen.
Es complejo comunicarse con los hermanos, cuando no se habla en el mismo canal. Tenemos un canal de comunicación con diferencia de 7 años, unos hablamos por fax, otros por teléfono, unos por celular y otros con stickers y gifs.
Habemos hermanos demandantes, que queremos demasiado amor. Hay otros que se van sin decir te quiero. Hay hermanos que nunca pelean y otros que su modos operandi es la pelea. No sé si haya una manera de ser buen hermano, no lo creo.
Por estos días he pensado el tipo de hermano que aspiro a ser: la verdad es que no lo sé. Quizá ese que siempre esté disponible, quizá ese que siempre olvide lo malo y recuerde lo bueno, ese que no sea rencoroso, ese que no meta intrigas entre sus hermanos, ese que no cuestione y que apoye. Creo que la cosa más violenta y vil que puede hacer alguien es hacer cosas para separar a unos hermanos: con mentiras, con odio, con intrigas, con celos, con envidias o con nimiedades.
Los hermanos, aunque algo los separe, siempre estarán unidos, porque la memoria es traidora, por más que el rencor haga su trabajo, por más que las envidias trabajen bien, siempre estará en la memoria la anécdota de cuándo el hermano se quedó dormido mientras intentaba dormir a la hermana, o cuando en algún juego brusco le escupía uno al otro, o cuando uno se cayó de las escaleras en la andadera, o cuando otro le abrió la puerta en la borrachera en contra de toda adversidad, o las tardes de fut en un parque, los desayunos antes de navidad: la memoria traiciona de tal modo, que esos recuerdos no se borrarán a pesar de todos los intentos, a pesar de los propios intentos que hacemos como hermanos.
Cada quien descubre el camino y el modo en que vivi ser hermano, para mí ha sido muy difícil, lo intento a diario y fracaso unas veces, otras almaceno recuerdos en la mente y ese es el mayor de los éxitos. La hermandad es una contrariedad: a veces veo el corcho de mi hermana y los recuerdos vuelven a la mente y la hermandad está más que viva, otras una pelea con esa misma persona hace que el alma se sacuda.
Uno no puede estar mal con los hermanos, el alma no puede estar funcionando del todo, debe haber algo descompuesto cuando eso pasa: lo normal es que los hermanos estén bien, lo normal es estar en paz con ellos. No puede haber diferencia que te robe la infancia, no debe haber nada que te saque de ese recuerdo, esos recuerdos que en la mayoría del tiempo de la vida olvidamos, que dejamos al lado y que nos vamos quitando de la mente. Nada robará esos recuerdos. Ni el agobio de una tarea por entregar o los pendientes que sacar. La hermandad, cómo la memoria y las estrellas: sobrepasada barreras del tiempo.