La deshonestidad y la mentira

Deshonestidad

La deshonestidad es una de las actitudes más nefastas que existen, así lo creo. Mucho más nefasto que la mentira. Ambas tienen enormes diferencias.

Una persona deshonesta no es capaz de reconocerse como deshonesta, es engañada por su deshonestidad, incluso es capaz de engañar a los demás, a sus más cercanos, es una trampa vil de la que es muy difícil salir. Una persona que miente sabe que miente, es imposible no reconocer su mentira, incluso quienes están cerca de ella saben que miente, sin embargo, es tolerable, porque las personas que están cerca de él lo conocen, saben que es así y lo toleran, porque sus mentiras no engañan, son evidentes.

Una persona deshonesta hace de la deshonestidad su modo de vivir, no es necesario que mienta, con ser deshonesto basta. Es decir, es tan audaz que puede vivir en su deshonestidad sin mentir, que puede engañar sin mentir, que puede autoengañarse sin mentir. Mentir tiene una esencia, se debe falsificar algo, torcerse algo que se sabe que es cierto. El que es deshonesto no tiene esa necesidad. Por ejemplo, me decía un amigo fanático (más que eso) del golf, que es absurdo quienes cuentan sus golpes en una salida al campo y mienten sobre eso, porque se engañan a sí mismos, sin embargo, nadie sabe, más que él, que mintió, no hay necesidad de falsificar algo que nunca se reportó, se es deshonesto al vivir.

La deshonestidad tiene diversas caras, por ejemplo, quienes prometen algo sabiendo que será muy difícil cumplirlo pero lo intentarán, su deshonestidad no fue mentira, pero fue muy lejana de la verdad. O aquellos que cancelan algún compromiso inventando un asunto que nadie comprobará si es mentira o verdad, su deshonestidad está frente a su espejo o frente a su almohada.

El lenguaje de la deshonestidad tiene algunas expresiones peculiares como que nadie se dará cuenta o al fin de cuentas ni me conoce, o es una manera de motivarme o suponer que algo es correcto. Incluso se materializa en cosas cotidianas como no pagar la cuenta que corresponde en un bar, tomar algo que no es de nosotros, como una pluma que nos prestan, actuar con falta de ética o de honradez.

Es más tóxica la persona deshonesta que la que miente. Es más tóxico quien vocifera ser pero no es nada, quien dice pero no hace, quien promete pero no cumple a quien miente falseando la información; los segundos tienen en frente a la verdad que tarde o temprano se reflejará. Los primeros tienen como aliado al arte del engaño y de la manipulación; algo que es más complejo descifrar, más enredoso y más tóxico.

La deshonestidad nos obliga a aparentar; la mentira nos revela como mentirosos, no hay que aparentar.

La deshonestidad nos hace tejer redes de deshonestidad; la mentira es un golpe seco que puede entrar al hígado o ser fallado.

La deshonestidad enreda a las personas que más queremos y puede ser permanente; la mentira nos causa un daño temporal.

La deshonestidad nos hace incongruentes; la mentira incluso es congruente con el modo de vivir de un mentiroso.

La deshonestidad hace perder credibilidad; cuando alguien miente puede recuperar esa credibilidad.

La deshonestidad en la amistad es un golpe bajo, una alta traición; yo puedo tolerar y tener amistades que mienten y cuando se descubren sus mentiras incluso hasta son causa de broma y de risas, pero me es difícil seguir una amistad ante una deshonestidad descubierta (más difícil es descubrirla, hay que reconocerlo), porque me hace dudar de todo, del origen, de las palabras, de los abrazos o de los buenos momentos.

La deshonestidad en la familia es letal, provoca divisón, distancia, enojo entre hermanos, entre padres e hijos: algo antinatural. Las mentiras tienen solución, la deshonestidad no.

Por eso es mejor una vida sin deshonestidad, no importa que nos cueste unas mentiras, aunque Arisóteles y Kant afirmen que no nos es permitido mentir ni siquiera una vez.

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